Con nuevas butacas de buen agarre lateral, la postura de manejo es más deportiva, pero el volante sólo modifica su altura y arriba toma una posición poco vertical, con lo cual dista del ideal, aunque esto no termina siendo un inconveniente importante. La caja es de buen accionamiento, pero de recorridos algo largos y sólo ante un manejo muy deportivo puede mostrar alguna imprecisión.

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Por el resto, es el Sandero que conocemos. Con puntos altos como el espacio interior (con las plazas traseras más cómodas para un “cuatro metros del largo”), un baúl muy generoso y un equipamiento de confort completo que agrega sensor de estacionamiento a la pantalla táctil con navegador y al climatizador. Y mejorables como la calidad interior, insonorización al viento y equipamiento de seguridad, que pese a la incorporación de ESP, se queda con lo justo en lo pasivo, sin quinto apoyacabezas ni cinturón de tres puntos, Isofix o más airbags.

Justamente en la ciudad el Sandero R.S. vuelve a demostrar que lo suyo es el circuito. No es que sea insoportable ni mucho menos, pero al lado del tradicional las diferencias son notables. El perfil bajo de los neumáticos de 17” (el auxilio es temporal) y una suspensión trabajada para contener las inclinaciones de la carrocería hacen que en algunos empedrados haya que ir con atención. Pese a que el despeje fue rebajado, no es de tocar en cada cuneta.
Algo bueno del Sandero es que pese a tener las marchas bien cortas y la potencia siempre disponible, igualmente puede pasearse con docilidad en la ciudad. Pero no es de pasar muy desapercibido, algo que por supuesto será valorado por quien lo eligió.
Y lo mejor es que cuando se necesita la potencia, basta pisar el pie derecho para que demuestre su potencial.

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