El habitáculo del nuevo Cherokee exhibe materiales de primer nivel, y el puesto de mando posee una butaca cómoda de reglaje eléctrico con memorias que permite una posición de manejo relajada, aunque algo elevada. Atrás, las plazas tienen reglaje longitudinal y se reclinan, y hay espacio para dos adultos, aunque la altura del techo puede rozar las cabezas de los que superen los 1,85 metros de altura.

La quinta plaza fue ideada para un eventual pasajero, y mejor que sea por trayectos cortos. La mala nota es para los apoyacabezas, que, al no copiar el lomo del respaldo, interfieren con la visibilidad posterior.

Dentro del equipamiento se destaca el tablero digital de 7” (con una tipografía retro), asientos delanteros calefaccionados y ventilados, y pantalla táctil de 8,4 pulgadas con sistema Uconnect (con navegador y cámara de retroceso), climatizador bizona y techo solar panorámico.

Aunque la tendencia es a reducir cilindrada (y compensar mediante turbos), Jeep no pretende sucumbir tan fácil. Y prueba de ello es que este Cherokee se propulsa con un motor naftero V6 de 3,2 litros que eroga 270 CV y 32,1 kgm a 4.300 rpm. Es un propulsor progresivo y elástico hasta las 3.500 rpm, límite en el que parece despertarse y entregar toda su contundencia y bravura… incluso a nivel sonoro; recién ahí se empieza a percibir cómo sopla de forma ronca, pero agradable, el Pentastar.

Se asocia a una transmisión automática de nueve marchas que lo ayuda a contener el consumo a velocidades constantes y logra crucerear a 100 km/h a 1.500 rpm con un gasto de 8,1 l/100 km. Pero la misma le resta reacción, ya que tiene cierta demora en el pasaje de relaciones (incluso en modo manual… que retiene el cambio y anula el kick down, aunque se extrañan las levas) y, además, tiene que realizar dos o tres rebajes en búsqueda de reacción; recién en séptima o sexta el tacómetro entrará en la zona “alegre”. Por su parte, el consumo en ciudad se eleva bastante, a unos 15 l/100 km, ya que mover casi dos toneladas y media en cada parada no es fácil.

Sin duda, a nivel dinámico es el mejor Cherokee de la historia, con una tenida direccional excepcional, una dirección (eléctrica) con la asistencia justa, un comportamiento en curva neutro y sin rolidos, y una buena rigidez estructural que nunca se quejó ante un uso exigente. Y, si bien se desenvuelve bien en ruta y ciudad (solo su radio de giro puede ser amplio en espacios reducidos), cuando baja de la ruta se siente a sus anchas con un comportamiento ideal para aventureros.

Fiel a su estirpe, se trata de un 4×4 de ley (nada de SUV light), por lo cual la tracción es integral inteligente y, en condiciones normales, desconecta el eje trasero (para mejorar el consumo) y lo activa cuando se requiere más tracción. También cuenta con reductora y bloqueo de diferenciales.

Y, por si fuera poco, también dispone del Selec-Terrain con cinco configuraciones: Auto, Nieve, Deporte, Arena / Barro y Piedra. Cada una optimiza el funcionamiento electrónicamente, variando parámetros de la transmisión, el conjunto de frenado, y los controles de estabilidad y de velocidad selectiva (Hill-Ascension y Hill-Descent Control). Sin llegar a ser un Wrangler, el nivel off road que logra el Cherokee alcanza para aventurarse a realizar una travesía de mediana complejidad.