Adentro los cambios radican en los tapizados (de tela, más frescos y “giardinieri”) y en algunos detalles cromáticos y de texturas, como el retazo en tela sobre la plancha del lado del acompañante, que no pasó el filtro.

Más allá del diseño, la calidad está en el punto promedio del Mercosur, con plásticos rígidos de una presentación y factura aceptables. Se mantiene el polémico tablero que, aunque agregó cuentavueltas, sigue siendo de un diseño arcaico y poco atractivo e intuitivo, pero en el día a día la iluminación es buena.

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El resto del habitáculo está protagonizado por la pantalla táctil, desde donde se comandan buena parte de las funciones del vehículo y con todas las conexiones más modernas. La definición y la respuesta siguen siendo muy buenas, aunque modificar la temperatura no es de lo más cómodo.

Basado en la plataforma PF1, y con 2,60 metros entre ejes, el Cactus hace gala de una buena habitabilidad trasera y, si bien a priori parece (y es) profundo, los 320 litros del baúl están apenas “ok” para llevar las cosas de la familia, aunque la boca es algo alta y es muy probable que en la maniobra rocemos y ensuciemos la ropa con el paragolpes.

Quien comande el Cactus lo hará desde una butaca cómoda, con regulación en altura y de agradable diseño y podrá configurar la posición al milímetro porque el volante también se puede malear en ambas direcciones.

La dotación de confort es buena, pese a que lógicamente es la más raleada de la gama. Respecto del Feel Pack pierde sensor de luces y lluvias, cámara de visión trasera (la hemos extrañado horrores), GPS nativo y control y limitador de velocidad. Por el lado de la seguridad, las bolsas de cortina son la pérdida más sensible. Ah, detalle: la ausencia de Grip Control hace que sea imposible desconectar el ESP.

Debuta en el Cactus pero es un histórico del doble chevron. Hablamos del 1.6 VTi de distribución y bomba de aceite variable con algunas actualizaciones de tecnología para reducir la fricción en pistones aros y cilindros.

Se trata de un bloque de prestaciones modestas (11,7 segundos para el cero a cien) pero que empuja desde las 1.500 vueltas, con lo cual va a tener una buena respuesta en casi cualquier circunstancia de su derrotero. En cuanto a los consumos, sus cifras son bastante parejas en relación con las del THP (turbo de 165 CV), aunque saca algo de ventaja en el ciclo urbano, donde pide casi 1 litro menos en promedio cada cien kilómetros.

El 1.6 está emparejado con una caja manual de cinco velocidades de recorridos algo largos y, en el caso de la reversa, algo dubitativa. Ah, esta variante de entrada de gama carece de sensores o cámara, y eso hace que suframos a la hora de estacionar.

Donde hay una diferencia sideral respecto del anterior Cactus es en el reglaje de la suspensión, claramente orientada a nuestras calles y, por ende, a imperfecciones y cunetas típicas de la región. Los resortes –más barra trasera– buscan, sin ruborizarse, ofrecer un confort de marcha total al estilo SUV.

La buena noticia es que esto no atenta contra el comportamiento en ruta, en la que se muestra estable y sin vicios. Neumáticos de 17 pero con talón 55 complementan la sensación de equilibrio. Por el lado de la maniobrabilidad, la dirección me sorprendió por su extrema liviandad. En cuanto a las sensaciones, algo incómodo en ciertas ocasiones, pero un plus a la hora de maniobrar.