Atrás dos irán sin problemas a lo ancho y alto, y solo puede faltar buen lugar para las piernas si son de buena estatura. La posición de manejo no propone regulación de altura de la butaca y un volante fijo, pero no es incómoda, en tanto la presentación interior es simple, pero efectiva. No hay pantalla táctil y el estéreo tiene botones de ínfimo tamaño, pero suena bien y ofrece entrada SD y USB. No hay guantera cerrada pero sí portamapas tras los asientos delanteros y el tablero, enteramente digital, es generoso en tamaño, aunque los colores de las rpm y nivel de combustible no son fáciles de identificar a ciertas horas.

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La calidad de terminación subió varios puntos, con plásticos duros pero de buena factura y encastres. Sin embargo, con el correr de los kilómetros surgieron algunos grillos internos detrás el tablero que nos dejaron preocupados de cara a un par de años de uso.

Por el lado del equipamiento, al igual que el anterior, ofrece cosas poco frecuentes para su precio: sensor de estacionamiento, isofix (extrañamente fijados en el asiento y no en la carrocería), regulación de luces, cuatro levantavidrios y comando a distancia.

Pese a mantener la plataforma, el QQ evolucionó mucho en el aspecto dinámico. Como todo “city car” es algo saltarín en ciudad, pero en menor medida al anterior y además ya no se escuchan muchos de los ruidos mecánicos que emitía el anterior ante el primer empedrado. La dirección es liviana y cómoda y en el tránsito se desempeña con agilidad, pese a que a bajas vueltas al motor le cuesta desperezarse.

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Fuera de lo urbano ya no se muestra tan flojo. Puede salir sin miedos a rutas y autopistas y sabiendo que estamos ante un producto destinado básicamente al traslado diario, se lo puede llevar a buen ritmo. Eso sí, a más de 110/120 km/h los ruidos del viento y el motor se tornar molestos.